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Farenheit 92'48"

Farenheit 92'48"

Escrito por: Mario De Las Heras19 agosto, 2018
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Un edificio gris. Es el antiguo gran estadio Santiago Bernabéu. Mastodónticos soportes de acero apuntalan la torre del Paseo de la Castellana con la Avenida de Concha Espina, amenazada por el derrumbe. El barrio de Chamartín, el capricho adquirido hace veinticinco años, en 2033, por Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid (el equipo más grande de la historia del fútbol, ganador de treinta y una Copas de Europa), es hoy un lugar abandonado donde ya no vive nadie por expreso deseo de su propietario.

La adquisición de Chamartín se produjo tras la “Dieciochoava” (así, con ese curioso sufijo, llaman a sus copas los atléticos), cuando el poder de Cerezo ya era enorme. El ayuntamiento de Madrid, gobernado por Diego Pablo Cerezo, hijo de don Enrique, expropió los edificios previo pacto con Cerezo, el padre, que los compró poco después con los mil millones recibidos por la venta al F.C Barcelona de su estrella Vinicius Jr. Los vecinos de Chamartín fueron realojados en los alrededores del Simeone Stadium, levantado sobre el antiguo estadio de La Peineta.

Hoy esta zona es la de mayor poder adquisitivo del mundo, lugar donde también se encuentra la ciudad deportiva “Diego Pablo Simeone”, junto a la estatua de cincuenta metros de altura del propio Simeone (cuya particularidad más asombrosa reside en los materiales utilizados para recrear los rizos del ínclito entrenador: hilos (cortados con láser) de simeonita (llamada así también en su honor por el astronauta que descubrió en Jupiter esta piedra: el exjugador Juanfran), obra del también mito y exjugador y hoy escultor de materiales interestelares, Fernando Torres, todo ello dentro del Simeone Trade Center, centro neurálgico de la city madrileña, también conocida como Simeone City.

La leyenda del técnico argentino y del Atlético de Madrid comenzó hace cincuenta y cuatro años en la final de la Copa de Europa de 2014, en Lisboa, donde el Atlético de Madrid ganó por uno a cero al Real Madrid. Todo pudo ser diferente si el remate de Sergio Ramos en el minuto noventa y dos y cuarenta y ocho segundos (a falta de doce segundos para el término del encuentro) hubiera entrado en la portería del legendario guardameta rojiblanco Thibaut Courtois. Pero no lo hizo. El balón golpeó en el palo y el Atlético consiguió entonces el primero de sus treinta y un títulos en los últimos cincuenta y cuatro años.

Para el perdedor de aquel día, todo transcurrió luego en sentido contrario al del vencedor. Tras algunos años todavía en la élite, la decadencia definitiva del Real Madrid se precipitó en 2018 cuando su principal estrella, Cristiano Ronaldo, se marchó al Atlético a cambio de Nikola Kalinic. En los años siguientes le siguieron jugadores como Gareth Bale, Vinicius Jr. y Marco Asensio, que se convirtieron en grandes figuras rojiblancas. Toni Kroos, Luka Modric y Marcelo Vieira ficharon por el Barcelona, y el resto, poco a poco, se fueron yendo sin pena ni gloria. El presidente Florentino Pérez y su mano derecha, JAS, desaparecieron un día de repente y nunca más se supo de ellos. Fue Ramón Calderón quien tomó las riendas del club conduciéndolo a una meteórica extinción. Pero en realidad todo sucedió aquel día. Aquel 24 de mayo de 2014.

Cuentan los que lo vivieron que el aire empezó a oler distinto en Madrid (Simeone City para los más jóvenes). Hubo como una reverberación, algo parecido a un eclipse o un terremoto. Más adelante los científicos descubrieron que se debió al terrible y grandioso efecto de millones de almas perdedoras convertidas de pronto en ganadoras. Cuentan que se oyó un estruendo salvaje como si hubieran dado la vuelta a la tierra. Fue una transformación violenta. Tanto que decenas de miles de atléticos tuvieron que ser hospitalizados por extraños vértigos y visiones y reacciones físicas alucinantes.

Hubo saqueos en las calles. Una algarabía enajenada. Fiestas improvisadas, hogueras, orgías de llantos. Dicen que Cerezo se desmayó y cuando se despertó era el mismísimo Luis XIV de Francia en el cuadro de Rigaud, y así continuó el resto de su vida. Simeone engordó de pronto y el Mono Burgos (a cuyo nombre dedicaron varias calles, incluida la avenida de Burgos, a la que renombraron avenida del Mono Burgos) adelgazó. Se dio el caso de que a insignes periodistas de reconocida e imperturbable objetividad les afectaron inexplicables sucesos. La Galerna, la revista madridista por antonomasia, cambió su nombre por Zapatones. De Rubén Uría, por ejemplo, cuentan que le sobrevinieron tales calenturas repentinas y continuadas que tuvieron que dormirle para evitar su colapso. Y que, cuando lo reanimaban y recobraba el conocimiento, volvían a empezar los síntomas y tenían que volver a dormirlo.

Así tuvo que recibir medicación durante años, él y otros muchos, hasta que las investigaciones del “Centro Médico Internacional Simeone”, creado en 2016 para tratar a los afectados atléticos de Lisboa, encontró una cura y Uría (y el resto) pudo entonces continuar escribiendo como antes sus mesurados e imparciales y maravillosos artículos, que hoy se encuentran compilados, curiosamente, en la Antología de grandes escritores atléticos del siglo XXI, publicada por la editorial Cholo Simeone. Por toda Simeone City están erigidos los monumentos a los héroes de aquel día que cambió el mundo: Courtois, Raúl García, Diego Costa, Diego Godín, el capitán Gabi... Una ciudad, un equipo, cuyo lema (“No lo pueden entender”) es el orgullo de sus aficionados y la envidia de sus rivales.

Cuentan que Enrique Cerezo, el presidente Sol, una vez fue a Chamartín, ya conquistado, y paseó por sus calles y nunca más volvió allí donde el estadio Bernabéu comenzaba a deteriorarse en su abandono. La gran mole de cemento de la que se dice que en algunas noches se pueden oír gritos que vienen de su interior. Hay una leyenda que dice que es el espíritu de Florentino que quedó atrapado allí para siempre, y que cuando un atlético oye esos lamentos sufre visiones que le muestran que todo es mentira, que el 24 de mayo de 2014 Sergio Ramos marcó gol tras el saque de esquina de Luka Modric en el minuto noventa y dos y cuarenta y ocho segundos y empató el partido que después ganaron los blancos por aplastamiento; y que el Atlético de Madrid, hasta hoy, nunca ha ganado una Copa de Europa. Dicen que esas noches los atléticos se revuelven en sus lechos y sufren pesadillas, hasta que despiertan y todo vuelve a ser perfectamente cierto.

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

11 comentarios en: Farenheit 92'48"

  1. Ucronía angustiosa. Preferiría mil veces el mundo de los simios y la estatua de la Libertad semienterrada que un planeta gobernado por atléticos. Aunque puestos a encontrar diferencias... mejor me callo.

  2. Vosotros os reís, pero sin el gol de Ramos, y perdiendo el miedo a la Shempions, el Atlético podría tener ahora ya 4 orejonas, y con ese dinero más el poder político y mediático del que disfruta, ahora mismo sería un verdadero monstruo. El Madrid si no gana la décima, habría entrado en un ciclo depresivo del que le hubiera costado mucho salir. Por suerte, el balón de Sergio entró

  3. Buenísimo, aunque por momentos este escenario ¿distópico? me producía más escalofríos que risas. Por seguir con el paralelismo del título le ha faltado pasar por el lanzallamas a todo aquel que osara escribir la realidad, o cultivar las mentes del idiotizado pueblo. Genial, D. Mario.

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