Cosas de marcianos

Escrito por: Nacho Faerna31 octubre, 2017

El fútbol se juega once contra once. Esta vendría a ser la primera regla que se le daría a un extraterrestre al que tuviéramos que explicar de qué va la movida. La segunda sería: gana el que más goles mete en la portería del contrario. Para que nuestro amigo intergaláctico comprendiera lo que es un gol habría que enseñarle el balón y advertirle de que se le puede pegar con todo, menos con los brazos y las manos, salvo los porteros de cada equipo siempre que se encuentren dentro de sus respectivas áreas. Suponemos a nuestro alienígena una inteligencia superior, así que no debería de tener muchos problemas para asimilar el resto del reglamento de la FIFA. Si el que pitó el otro día el partido del Madrid contra el Girona aprobó el examen en su día, nuestro viajero interestelar no necesita ser el más listo de su sistema solar para pillarlo.

Yo me comprometo a explicarle también lo que es penalti y cómo funciona el fuera de juego. Hasta ahí llego. El resto tendrá que contárselo otro. El doble pivote y tal. Los rombos. Todo lo que tenga que ver con Euclides mejor se lo pregunta a Número Dos. Si el marciano quiere ampliar conocimientos, aquí en la redacción de La Galerna encontrará especialistas en todas las materias. Para todo lo que sean fechas, estadísticas y biblioteconomía en general, diríjase al joven Cosín, rastreator balompédico sin igual. ¿Le interesa la actualidad, estar a la última de lo que se publica en la prensa deportiva española? Allá usted, pero, hágame caso, manténgase alejado de los kioscos y recurra a nuestros admirables portanalistas, que convierten cada día el agua sucia en vino peleón pero noble, tánico e incisivo, que entra muy bien y le alegrará la mañana. ¿Lo que busca es sabiduría y anécdotas de primera mano, de cuando los balones además de ser de cuero lo parecían? Suba al palco y póngase cómodo; Matamoros y Número Uno tienen un repertorio inagotable de historias, en blanco y negro y en color, que no dudarán en derramar generosamente. Si tiene suerte, tal vez Athos, el tercer mosquetero, esté de visita en el palco de veteranos y se sume al festival de fantasías animadas madridistas de ayer y hoy. ¿Que lo que se le resiste es la diferencia que hay entre un volante de contención y uno de enganche? Pobre turista humanoide, no sabe cómo le compadezco; seguro que Jorgeneo, Ramón Álvarez de Mon y nuestro editor le sacan de dudas. Si le pasa como a mí, que ni por esas lo entiende, y, al contrario que a un servidor, le sigue importando entenderlo, acuda a Fred, nuestro monstruoso y entrañable compañero. Su particular teoría sobre los volantes no le servirá para rellenar ninguna laguna táctica, pero se reirá a mandíbula batiente durante un buen rato. De todos modos, créame, el único “volante” que a usted le interesa es el platillo con el que regresar a casa, porque el fútbol se disfruta mejor sin tanto aparato teórico. Aprenda su lado poético al lado de nuestro bardo oficial, Mario de las Heras, que le llevará de paseo por el monte Parnaso, presentándole musas (las conoce a todas; le adoran) mientras le cita de memoria pasajes de los maestros de la Literatura Universal. Para todo lo demás: don Antonio Escohotado, la american express del conocimiento, sin límite de crédito desde que les declaró la guerra a los enemigos del comercio. Al volver del tour con Mario, Falstaff de Palo Alto y yo le esperaremos con un vaso de single malt en la mano para iluminarle sobre lo más importante de todo: esto va de pasárselo bien.

¿Y si el ET pregunta por lo que se espera de “un nueve”? Mira que le advertí que no merodeara por los kioscos. El maldito platillo se ve que sintoniza la FM y ya le han llenado el cabezón de tonterías sobre Benzema. ¿A qué galernauta le pasamos el marrón? Pues de esto, como de lo del penalti y el orsai, me ocupo también yo, si no les importa. A ver, calvoroto (porque se habrán dado cuenta de que los extraterrestres listos son siempre alopécicos), lo de once contra once lo tenemos claro, ¿no? Bien. Se supone que a cada uno de los jugadores de cada equipo se le asigna un número que idealmente se corresponde con su posición en el campo. Los porteros se quedan con el 1. Del 2 al 11, dependiendo del esquema de juego, de eso que los cursis llaman “el dibujo”, que puede variar casi tanto como permutaciones posibles de diez jugadores se le ocurran, la adjudicación de dorsales entra en el terreno de la política catalana. O sea, del cachondeo generalizado. Porque sí, el 2 y el 3 se suelen adjudicar a los laterales y el 4 y el 5 a los centrales, pero si tienes una defensa de tres te empiezan a sobrar números. En Argentina, por ejemplo, el 5 es muy probable que lo lleve un centrocampista, pero durante varios años la albiceleste decidió repartir dorsales por orden alfabético, así que el portero titular en el Mundial del que fueron anfitriones, Ubaldo “el Pato” Fillol, lució el 5 en la camiseta. El 6 lo puede llevar un central, un lateral izquierdo o un centrocampista defensivo. ¿El 7? Cuidado, ese tiene dueño y se llama Juanito (con permiso de Cristiano). El 11 suele corresponder al extremo izquierdo. Y el icónico 10 es el que, además de Zidane en Les Bleus, han llevado con mucho menos elegancia maradonas, messis y pelés.

Hemos dejado para el final el 9. El Nueve, con todas las letras, porque este dorsal es casi un nombre propio. Al contrario de lo que ocurre con la mayoría de los demás números, todo el mundo tiene claro lo que hace un Nueve. Meter goles. Rematar. Es el punta, el ariete. Chimpún. Como lo segundo que aprendió el vecino sideral es que esto del fútbol consistía en meter más goles que el rival, no habrá que insistir mucho en la capital importancia del Nueve en un equipo. Se diría que salvo el portero, que está para evitar los goles del contrario, el cometido de los otros nueve jugadores es ponérsela al Nueve para que la empuje entre los tres palos. En el fútbol moderno, ¡ay!, se supone que es también misión de todos los jugadores ayudar al portero propio en tareas defensivas, pero incluso los modernos eximen al Nueve de esa ingrata labor. Él no se tiene que “sacrificar” en defensa. El Nueve es el único zapatero del equipo que tiene que dedicarse en exclusiva a sus borceguíes.

A estas alturas me imagino a nuestro interlocutor cósmico con los rasgos de John Lithgow en la piel (literalmente) del Dr. Richard Solomon en aquella divertidísima serie de televisión que aquí se llamó “Cosas de marcianos”. Su título original es “3rd Rock from the Sun”. Dick Solomon era el comandante de una expedición extraterrestre que recogía información sobre la vida en la Tierra haciéndose pasar por una familia de humanos. Pues bien, querido Dick, a mi admirado Benzema muchos le reprochan que no es un Nueve. Dicen algunos de ellos, atento al matiz, que es un buen jugador, incluso un gran jugador, pero no un Nueve. O, en una variación que me parece interesantísima, que no es un Nueve para el Madrid, o que no es el Nueve que el Madrid necesita. O el que merece. ¿Qué te parece, Dick?

Les voy a decir lo que le parece a Dick. Dick piensa que si los jugadores pueden distribuirse de tantas y distintas maneras en el campo, y uno cuenta siempre con una plantilla limitada y fija, eso que los cursis llaman “el dibujo” no puede ser más determinante en el desarrollo del juego que quién ocupe cada una de las teóricas posiciones. Desplegar un 4-4-2 y poner a Cristiano en la portería y a Keylor darle el 7 no parece que sea muy sensato. Fernando Redondo daba igual que le pusieras el 5, como en el Milan y en su selección, o el 6, como en el Madrid; lo iba a hacer de fábula en ambas demarcaciones (que dicen también los cursis). Si en un hipotético 4-3-3, cualquiera de los dos tríos nos los adjudican a Número Uno, Número Dos y al abajo firmante, la opinión de mi amigo Dick es que la goleada está garantizada (en contra, por supuesto). Mi sensación, sigue Dick, es que los buenos jugadores, aún más los jugadores extraordinarios, da un poco igual dónde los pongas y el número que lleven, o si no da igual, siempre es mejor que estén en el once y no tan decisivo dónde. Hasta con Cristiano de portero contaríamos con la posiblidad de que subiera a rematar en los córners.

Dice Dick que Benzema a lo mejor no es un Nueve, que es también posible que si lo fuera no sea el que el Madrid necesita o merece, pero que él le ha oído afirmar a Zidane en rueda de prensa que Karim es un jugador que tal vez no marque tantos goles como otros delanteros centro, pero que lo que él marca es la diferencia. Y Dick, por muy marciano que sea y tontorrón que parezca, aprendió a la primera que de lo que trata el fútbol es de meter más goles que el contrario, no de quién los meta. También aprendió enseguida que lo más importante de todo es pasárselo bien, y que a él Benzema le gusta más que comer con los dedos. Porque dice Dick, y con esto termina, que él ha visto atacar naves en llamas más allá de Orión, que ha visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser, pero que también ha visto a Benzema atravesar los cuerpos opacos de Godín, Giménez y Savic cerquísima de la puerta de Oblak. Y que eso no se lo ha visto hacer a nadie más, ni con el 9 ni con ningún otro dorsal.

Yo también debo de ser marciano, porque opino como Dick.

Número 3

Nacho Faerna, el tercero de los Faerna, es guionista y novelista. O sea, que le pagan por mentir, pero tuitea gratis en @nachofaerna y @galernafaerna. Se toma muy en serio sus placeres. El Madrid es uno de ellos.

5 comentarios en: Cosas de marcianos

  1. Es inutil , a Benzema le han puesto la letra escarlata, entre parte de la prensa amiga del clan Morata y los que ven los partidos con las pipas en el halda y la radio en la oreja, y no hay nada que hacer, si está bien , silencio, y si no , es el culpable de todo aunque algunos estén bastante peor (el domingo Modric y Kroos por ejemplo).

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